miércoles, 25 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 6 "Planes".

            —Lea, ¿eres tú? —pregunta mi padre desde la lejanía del comedor.
            —Sí —me limito a contestar.
            Acabo de llegar, son las dos y cuarto de la tarde e imagino que la hora de comer. He pasado toda la mañana con Luke y tengo la sensación de que apenas hemos pasado una hora juntos, cuando la realidad es que han sido como cuatro horas. Para ser sincera se me había olvidado por completo el hecho de que tenía una casa y una familia con la que volver. Es como si en esas cuatro horas todo lo que me importa hubiera pasado a segundo plano.
            Doy pasos largos por el ancho vestíbulo, decorado por una enorme araña que cuelga desde lo más alto, y una ancha alfombra en el centro. Cuando llego hasta la puerta del comedor, me asomo para ver lo que se cuece en el interior. En la habitación me encuentro con la ancha mesa abarrotada de gente, mucha más de la que había ésta mañana. A parte de mis padres y mis abuelos, en la mesa están mi tío Will y su mujer Esther, y mis tres primos pequeños: Jake y las gemelas Lydia y Ashley. Todos dejan sus conversaciones triviales para prestar atención a mi llegada. Mis primas comienzan a gritar mi nombre y Ashley salta corriendo a mis brazos. La cojo al vuelo, y aunque solamente tenga cinco años, casi no puedo aguantar el peso, por tanto la vuelvo a dejar sana y salva sobre el suelo. Mi padre, que está sentado al lado de mi tío, en el asiento más cercano a la puerta, me mira preocupado.
            —¿Se puede saber dónde has estado? —me pregunta rígidamente— Te he llamado tres veces.
            —Se me ha apagado el móvil porque no tenía batería —digo rápidamente. No es cierto, a mitad del camino de vuelta a casa me percaté de las llamadas perdidas, pero como ya era tarde y estaba a un par de manzanas de casa de los abuelos, decidí dejarlo—, lo siento.
            —¿Por qué has tardado tanto? ¿Dónde has estado? —repite de nuevo. Mi corazón comienza a latir a una velocidad fuera de lo normal. ¿Qué puedo decirle? ¿Qué he pasado toda la mañana con un extraño huyendo de mi ex novio?
            —Robert, deja de montarle un espectáculo a la pobre y deja que se siente a comer —dice mi abuela muy oportunamente, haciendo que mi corazón vuelva a su ritmo de siempre. Gracias, abuela, digo en mi cabeza.
            Suspiro aliviada por el apuro en el que me había metido en tan poco tiempo, y me siento al lado de mi primo Jake, que me hacía señas desde su asiento para que fuera con él. Mientras desdoblo la servilleta para dejarla reposar sobre mi regazo, mi abuela me echa unas enormes cucharadas en el plato de lo que parece ser un estofado de carne. Cuando veo que este está a punto de desbordarse, le pido que pare a no ser que quiera verme muerta.
            —Hola, prima, te has vuelto muy rebelde desde la última vez que te vi —me dice mi primo por lo bajini antes de soltar una pequeña carcajada. Le veía reírse en cuanto mi padre ha empezado a interrogarme.
            —Sí, ¿no has visto mi pearcing de la lengua y mi tatuaje en la muñeca que dice “I love breaking the rules”? —digo con voz profunda imitando a un camionero. Los dos comenzamos a reírnos, y mi tía nos manda a callar con una mirada asesina.
            —¿Qué será lo próximo? —pregunta retóricamente— ¿Combinar rosa y rojo?
            Nos pasamos el resto de la comida así. Echaba mucho de menos a mi pequeño primo, aunque no tan pequeño. Tiene dieciséis años y siempre nos hemos llevado de maravilla. Nos vemos muy poco pero cuando esto ocurre nos lo contamos todo y podemos llegar a ser los mejores amigos. Yo soy la única de la familia que sabe lo de su homosexualidad y siempre le he animado a contárselo a sus padres más de una vez, pero sigue sin estar seguro, tiene miedo de que no acepten lo que es.
            Cuando terminamos la comida subo lo más rápido posible a mi habitación, huyendo de mi padre y sus preguntas, rezando por que se le haya olvidado. Cuando llego a ella, sustituyo la ropa que llevo por un pantalón de chándal y una camiseta de tirantes y me meto a la cama a descansar.
            Sin ser consciente comienzo a recapitular lo ocurrido esta mañana. Mirándolo ahora, resulta tan surrealista que incluso me planteo si todo ha sido un sueño. El inesperado “encuentro” con Jared, la huída, el refugio en la cafetería, la amabilidad de Luke, el paseo por la playa, las preguntas, la sirena… Una pequeña risa se escapa de entre mis labios al recordar esto último. ¿Cómo me ha dejado hacerle eso? Estiro el brazo y tanteo entre las cosas de mi mesita de noche hasta dar con el móvil. Me lo acerco y busco entre las fotos más recientes y la última es la de Luke la sirena, que mira sonriente al objetivo, con una mueca graciosa. No puedo evitar reír al recordarlo. ¿Realmente ha ocurrido esto hoy? Yo, que soy la timidez personificada, ¿me he atrevido a dar mil vueltas con un desconocido? Nadie que me conozca se lo creería.
            Observando la foto intento recordar de lo que estábamos hablando en ese momento, y al instante se me viene a la cabeza. Intentaba que me dijera lo que iba a ser de mayor, me ha dejado con la intriga y eso es inaceptable. Espero que mañana me lo diga o la duda acabará quitándome el sueño.
            Espera.
            Mañana. Mañana he vuelto a quedar con él. Si Emily lo supiera diría que estoy loca. No sé si debería contárselo, puede que mañana por la tarde, después de quedar con él. Aunque Em se volvió muy protectora conmigo desde lo de Jared y no sé cómo se lo tomaría. Pero, ¿de qué estoy hablando? Es un chico al que acabo de conocer, al que no sé ni si considerar mi amigo. Con todas estas dudas y teorías rondando en mi cabeza, comienzo a adormecerme, pero lo último que recuerdo antes de caer en una nube de sueños, es la última frase de Luke antes de salir disparado: “Gracias a ti por aparecer”.
            —Despierta, zorra, que me aburro —oigo que alguien me dice mientras me da pequeñas y suaves bofetadas—. Vamos, no finjas, que sé que estás despierta, y si no lo estás, me da igual.
            —Jake, vete a la mierda —digo escondiendo la cabeza entre mis sábanas.
            —No me seas maleducada que nos vemos solamente dos veces al año.
            Noto cómo se levanta de mi cama, y me acomodo de nuevo, feliz y calentita entre mis sábanas con olor a suavizante, pero este gesto de alegría se esfuma en segundos, ya que acto seguido mi ya no tan querido primo, abre las cortinas de mi habitación, haciendo que pase toda la luz directamente en mi cara. Jake comienza a cantar muy desafinadamente y suspiro resignada, incorporándome finalmente.
            —¿Sabes que te odio? —le pregunto retóricamente.
            —No, me amas y lo sabes, venga, cuéntame cosas sobre tu vida, ¿algún cotilleo? ¿Tienes novio? ¿Novia? —una cascada de preguntas sin sentido me caen encima como un cubo de agua fría. Sí, quiero mucho a Jake, pero a veces puede ser demasiado maruja— Vamos, no tengo todo el día.
            —¿Qué quieres que te cuente? No, no tengo novio ni novia, mi vida no es emocionante —digo echándome de nuevo en la cama a la vez que Jake alcanza un par de cojines—. Cuéntame tú, ¿qué hay de nuevo en tu vida?
            Sé que he acertado con la pregunta, que solamente me preguntaba por protocolo y que lo que quiere es hablar de él mismo, y otras veces puede haberme molestado, pero en este momento no podría pedir algo mejor. Para ser sincera, he estado a punto de hablarle de lo que ha ocurrido esta mañana, pero no estoy segura de si es una buena idea. No es por miedo a que vaya contándolo por ahí, pero siempre he sido más de escuchar que de hablar y me resulta complicado.
            —Tengo novio —dice en voz baja, para asegurarse de que nadie nos oiga, aún estando la puerta cerrada. Saca su móvil a la velocidad de la luz y me restriega la pantalla por la cara. Me muestra una foto de él, es un chico alto, delgado y de tez pálida con el pelo negro y los ojos azules—. Se llama Arthur, llevamos casi siete meses saliendo, le conocí en un pub, tiene tu edad y es el amor de mi vida.
            —Vaya, es muy guapo, bien hecho primo —le felicito. Realmente es muy guapo, no es mi tipo, pero es bastante mono. Aunque no me lo imagino caminando de la mano del canijo rubio que es mi primo.
            Comenzó a contarme cómo surgió todo. Una amiga en común los presentó y desde entonces no dejaron de hablar por el móvil y a quedar en secreto. Sus padres tampoco saben sobre su homosexualidad, así que ambos estuvieron de acuerdo en ocultar su relación por el momento. Dice que cada vez que quedan le compra una bolsa de sus chucherías favoritas y que esa es señal de que es el amor de su vida. Las paranoias de Jake son dignas de estudio, no es broma. Una vez, cuando éramos pequeños me explicó su teoría sobre el misterio de dónde provenían los bebés. Acabé llamando a mi madre llorando y pidiéndole que no hiciera tratos con los alemanes, que quería ser hija única.
            —¿En serio que no tienes ningún churri por ahí? —pregunta y niego con la cabeza, respondiéndole— ¿Y dónde has estado esta mañana?
            —¿Eres mi padre? —Le recrimino un tanto a la defensiva, más de lo que me hubiera gustado.
            —Te he calado, sabes que tengo un sexto sentido con las mentiras.
            —¡Si no te he mentido, ni siquiera me has dado tiempo a contestarte!
            —Eh, guarda las garras, fiera, que te noto un poco tensa —intenta calmarme poniendo las manos en alto—. Venga, cuéntamelo todo.
            Lo pienso un par de segundos y acabo explicándoselo todo. Él conocía la historia de Jared, pero no con todos los detalles como Emily, ya que se lo expliqué las navidades pasadas. Jake me mira expectante y con la boca entreabierta a lo largo de todo el relato, aparentemente apasionado por todo lo que le explico. Cuando concluyo, cojo aire y expiro, más relajada al por fin habérselo contado a alguien.
            —¿Estás saliendo con un extraño? —pregunta incrédulo.
            —¡No! No has escuchado nada de lo que te he dicho, ¿verdad?
            —Sí que te he escuchado, pero en resumen es eso, quieres decirme que te gusta un extraño, es normal, yo me enamoro de todos los chicos guapos que me encuentro por la calle. A veces me planteo en perseguirlos, e incluso otras veces lo he hecho —añade desviándose del tema—, pero el caso es que tú, solamente has llegado a otro nivel, que es el de intimar con ese guapo extraño. Porque es guapo, ¿no?
            —Sí, lo es —digo un poco avergonzada por decir en voz alta lo que llevo pensando desde esta mañana—. Y… he quedado con el mañana, pero tengo un problema.
            —¿Dónde está el problema en desayunar con el guapo desconocido? En serio hija, a veces pienso que eres tonta…
            —Cállate —le interrumpo—. A ver, después de lo de hoy no creo que mi padre me deje ir mañana, así que, no tengo ni idea de lo que puedo hacer.
            —Tengo un plan —dice con tono maquiavélico—. Ahora bajo un momento y le digo a tus padres que quiero ir mañana por la mañana a una pastelería nueva que han abierto y que si les importa que vayas conmigo, no creo que se oponga y si lo hacen, pues te rapto.
            —¡Jake, eres el mejor! —digo rodeándole entre mis brazos, llenándolo de besos en la cabeza.
            —Ay, ya lo sé —dice apartándome y recolocándose el pelo—. Esto es tan emocionante, es como Romeo y Julieta.
            —No has leído el libro, ¿verdad?
            —No, la verdad es que no —responde sinceramente saliendo por la puerta de mi habitación, y escucho sus alegres pisadas bajando por las escaleras hasta que el sonido se hace imperceptible.

            Me tiene que salir algo bien este verano, ¿no?

lunes, 23 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 5 "Sirenas".

Para ser sincera no tengo ni idea de cómo soy capaz de llevar esta situación, ya que soy pésima a la hora de conocer gente, no como Emily que tiene miles de amigos y es simpática con todos y cada uno de ellos. Eso de ser maja con la gente me resulta un tanto imposible ya que tengo un carácter bastante intenso, por no decir que soy una borde. Pero lo cierto es que con Luke es bastante diferente, lo cual es extraño, ya que es un completo desconocido del que no me debería fiar, pero sin embargo, su voz tranquila y su cálida mirada me hacen sentir como si hubiera un vínculo entre nosotros. Tengo la certeza de que podría pasarme el día y la noche hablando con él, riendo, contándole pequeñas anécdotas, escuchando su profunda voz y observando aquellos tiernos hoyuelos que decoran sus mejillas.
Llevamos menos de una hora caminando por la orilla de la playa, con las zapatillas en las manos, salpicándonos por las gotas de unas animadas olas. Hace un rato que hemos dejado de hablar, pero en vez de sentirme incómoda, me siento feliz. Yo soy una chica muy tranquila, mi vida no pasa por situaciones interesantes ni mucho menos intrépidas. Suelo pasar las tardes de domingo acurrucada en mi cama con una buena manta, una taza de chocolate caliente y una película. La sencillez es la clave para mi felicidad. Y no conozco a Luke, pero estoy segura de que él es de los míos.
—¿En qué estás pensando? —me pregunta Luke repentinamente, sacándome de mis pensamientos. Me ruborizo levemente ya que estaba recreando en mi cabeza una escena en la que Luke y yo, tumbados y tomando chocolate, veíamos películas. En el mismo instante en el que me ha devuelto a la realidad, la imagen se ha esfumado.
—No sé, nada en particular… —miento— ¿Y tú?
—En que llevamos como una hora andando y ya no puedo más con mi vida —dice con una sonrisa y un tanto jadeante—. ¿Podemos descansar un rato?
—Claro, ¡haberlo dicho antes!
—Ni hablar, tú no parecías cansada y no iba a rebajarme tan gratuitamente, no soy idiota —dice tumbándose en la arena y tapándose la cara con los brazos.
Obvio que no estoy cansada, todos los días, después de cenar, doy una vuelta con mi padre. A veces incluso andamos tres horas, nos hemos salido varias veces del pueblo e incluso una noche nos perdimos. Tuvo que venir mi madre hecha una furia a recogernos en coche con las pobres indicaciones que le dimos. Lo que cuenta es que llegamos sanos y salvos a casa y que mi padre hizo tortitas a la mañana siguiente para pedirle disculpas a mamá por lo ocurrido.
Me acerco hasta Luke, que continúa inmóvil como una auténtica momia, y me siento a su lado con las piernas cruzadas, y comienzo a coger puñados de arena y ponérselos en la barriga. Cuando llevo un rato, Luke aparta los brazos y me mira con los ojos muy abiertos.
—¡¿Qué estás haciendo?! —dice haciendo amago de quitarse el montoncito de arena que cubría ya su abdomen, pero le agarro de la muñeca fuertemente, evitando que destroce mi obra de arte.
—¡Para! —grito— Te voy a convertir en una preciosa sirena.
Me mira a los ojos por unos segundos para a continuación encoger los hombros y volver a su posición inicial.
Mientras le embadurno con arena por todas partes, se dedica a hacerme preguntas de todo tipo, y yo, concentrada, cedo a contestarlas. Lo curioso es que pasa de hacer las preguntas más estúpidas, a hacer las más comprometedoras, por ejemplo, cuando me ha preguntado cuál es mi marca de champú preferida y a continuación sobre mi virginidad. Obviamente no le he contestado, y se ha excusado diciendo que era una broma. Me he resignado a creerle.
Es curioso, porque al principio, cuando hemos salido por la puerta de la cafetería no sabía si había sido una buena decisión, es decir, ¿quién es Luke Hemmings? El tipo que me ha ayudado a escabullirme de mi exnovio, vale, ¿pero qué más? ¿Y si ha estado  en la cárcel? ¿Y si ha matado a alguien? ¿Y si es un violador? Todas estas preguntas pasaban por mi cabeza a una velocidad espeluznante, pero en cuanto hemos comenzado a hablar, me he dado cuenta de que es un pedacito de pan que jamás le haría nada malo a nadie.
—Dejemos de hablar de mí un rato —le digo interrumpiendo otra estúpida pregunta sobre mi tipo favorito de madera—. Es decir, háblame de ti, ya hemos hablado mucho de mí, es tu turno.
—Oh, de acuerdo, ¿qué quieres saber? —pregunta entrecerrando los ojos.
—¿Cuál es tu reptil favorito? —pregunto imitándole— No, en serio, a ver, yo que sé… —pienso en algo que realmente quiera saber, pero no se me ocurre nada, por tanto hablo de lo primero que se me viene a la cabeza— ¿Cuántos años tienes?
—Diecisiete —responde rápido.
—¿Y en qué curso estás?
—No voy a clase —dice sonriente.
—¿Qué? —le pregunto atónita. ¿Diecisiete años y ya ha abandonado el instituto? Imposible. Los estudios son prácticamente lo más importante de mi vida, ya que desde pequeña me han inculcado que si quiero hacer grandes cosas en un futuro, debo esforzarme en mis estudios. Siempre lo he tenido como meta, y por tanto siempre intento sacar las mejores notas.
—¿Qué parte no has entendido, la de No, la de voy o la de a clase? —pregunta retóricamente y soltando una carcajada— Y antes de que digas nada, opino que el instituto está sobrevalorado y que las notas en un futuro no sirven de nada, ya que no son las que te dan de comer.
—Perdona, pero técnicamente son las que te dan de comer, ya que con los estudios puedes tener un buen empleo que te dé de comer todos los días —digo alzando un poco la voz.
Hace un rato que he dejado de convertirle en una sirena, ya que ha conseguido captar mi atención y este debate que se avecina va a dar mucho de sí. Vamos a ver, ¿cómo puede ser tan cerrado de mente? Estudiar es bueno, es lo mejor que puedes hacer ahora, para poder labrarte un futuro en el que vivir.
—No voy a discutir esto contigo, es mi decisión y mi punto de vista; el instituto es una pérdida de tiempo —refunfuña. De pronto todo se convierte en un silencio, esta vez incómodo, hasta que decido romperlo.
—¿Qué quieres ser de mayor? —mi pregunta llama su atención, y el gesto levemente enfadado se sustituye por el del Luke alegre que yo conozco, aunque solo sea por unas horas.
—No te lo voy a decir —dice con una ancha sonrisa.
—¿Por qué? —pregunto fastidiada y a la vez intrigada.
—Porque soy una mala persona.
—Sí que lo eres, ¡pero dímelo! —digo dándole golpecitos en la cara, ahora que está indefenso, atrapado por la arena.
—No, lo siento, ya te lo diré, algún día… —dice con voz misteriosa.
—Eres horrible —digo riendo—, ¿me prometes que me lo vas a decir?
—Lo prometo —dice alzando su dedo meñique, el cual agarro con el mío, sellando un pacto.
—Que sepas que eres un sireno precioso —digo poniéndome en pie, riéndome—. Voy a hacerte una foto para que puedas verte.
            Realmente me ha quedado muy bien, me va a matar, pero ha quedado divino. Creo que incluso supera a La Sirenita que todos conocemos. Lariel, la nueva princesa Disney. Cuando saco el móvil para hacer la foto, Luke cambia su cara, poniendo una mueca graciosa que resalta su papada. Hago varios intentos ya que de reírme tanto, las fotos salen borrosas, pero a la tercer va la vencida, y cuando me acuclillo para enseñarle a Luke mi obra de arte, suelta una carcajada que retumba en mis oídos.
            —¿Qué cojones has hecho? —dice, más bien gritando, provocando que una señora mayor que pasaba por al lado, diera un sobresalto— Dios mío, déjame verla otra vez —dice agarrando mi móvil. De pronto, las risas cesan—. Lo siento, tengo que irme pero ya, ayúdame a salir de… esta cosa.
            —Claro.
            Agarro las dos manos que me ofrece y tiro de ellas con fuerza y dificultad, hasta conseguir ponerlo en pie a duras penas. Está lleno de arena, le ayudo a quitársela, pero es casi inútil, está por todas partes.
            —Ay, lo siento, ahora estás lleno de arena —digo quitándole una colilla que se le ha enganchado al pelo.
            —No pasa nada, pero me tengo que ir ya, llego tarde… —palpa sus bolsillos hasta dar con su móvil. Y de pronto, sin darme cuenta, me encuentro envuelta en sus brazos— Me alegro de haberte conocido, si necesitas librarte de más idiotas, no dudes en avisarme.
            Cuando me libero del fuerte abrazo, empiezo a entristecerme. No quiero que se vaya, quiero pasar más tiempo con él, es muy simpático y prácticamente mi único amigo aquí. No tengo ni su número, ¿cuándo lo voy a volver a ver?
            —Ah, por cierto, todas las mañanas estoy en la cafetería, si te apetece y puedes, quedamos allí mañana a las diez, ¿te viene bien? —propone leyéndome la mente.
            —Sí, sería genial, gracias por ayudarme Luke, muchas gracias.

            —Adiós Lea, no me des las gracias, no ha sido nada. Gracias a ti por aparecer.